En el día a día, nuestras decisiones rara vez son fruto de una reflexión racional y exhaustiva. Más bien, al contrario: elegimos en contextos cargados de señales y estímulos, con escasez de tiempo y dejándonos llevar por sesgos cognitivos y atajos mentales.
Durante años se ha hablado de la experiencia del cliente como si fuera un territorio reservado a la amabilidad, la rapidez o los descuentos

