Hace muchos años nueve de cada diez dentistas recomendaban determinada marca de dentífrico, los fabricantes sólo confiaban en un lavavajillas concreto para sus máquinas y las amas de casa (elegidas en el supermercado según riguroso muestreo aleatorio en la ficción publicitaria) no estaban dispuestas a cambiar su detergente ni por dos de la competencia. Sin embargo, este recurso publicitario se empleaba casi exclusivamente en productos de consumo y sólo en los últimos tiempos se ha generalizado entre las empresas de servicios.
Dentro de la permanente inquietud de DEC sobre los sistemas de medición hemos tratado con anterioridad sobre cómo averiguar cuáles son las palancas que podemos accionar para cambiar comportamientos, que en esta disciplina se tornan complejas por la irremediable interacción de los factores racionales y emocionales. Esta complejidad hace de esta parte de la gestión de la Experiencia del Cliente un área de vital importancia que, además, tiene la función de demostrar el ROI de las actividades e inversiones que hacemos.
Saber cómo y dónde estoy, es útil, pero las organizaciones quieren la “receta” o al menos pistas para llegar a desplegar la experiencia más rentable.
Lo reconozco: tengo un problema. Cada vez que voy a una tienda, a un hotel, o que hablo con mi operador de telefonía, acabo analizando todo lo que ocurre, e imaginando cómo debería ser su experiencia de cliente ideal. Deformación profesional, supongo, aunque todos lo hemos hecho alguna vez. Todos en una tienda hemos dicho “¡Cómo es posible! ¿No sería mejor…?”.
Las nuevas tendencias en el comportamiento del consumidor y en los procesos de decisión de compra, así como el cambio de valores consecuencia de la actual crisis económica, están propiciando una fuerte transformación en la estrategia de Modelos de Relación, orientados cada vez más a la gestión de la Experiencia de Cliente.
Una reflexión clásica en el mundo comercial es aquella que reza “quien tiene un cliente tiene un tesoro”, que en un mercado ultracompetitivo como el actual adquiere su máximo sentido. Actualmente, la experiencia de cliente es un referente para todas las compañías del sector TIC, según se desprende de una encuesta realizada recientemente por Gartner donde, con un componente muestral de 2.354, CIO reveló que la gestión de las relaciones con el cliente copa la octava plaza entre las prioridades dentro del área de la tecnología.
En un estudio publicado en Science en el año 2011 se pretendía cuantificar la cantidad de información generada y almacenada en el mundo. Ese año el CEO de Google, Eric Schmidt, afirmó que la Humanidad había creado hasta 2003 una cantidad equivalente a 5 Exabytes (10^18 bytes), añadiendo que ahora esta cifra se generaba en 2 días.
¿Cuántas veces te han presentado un estudio de investigación sobre un cliente con tantos datos e información que no has sabido cómo continuar?
Actualmente en España invertimos, aproximadamente, unos 400 millones de euros en investigación, de los cuales el 83% se destina a estudios cuantitativos. Pero, ¿estamos invirtiendo correctamente en los datos que solicitamos? Es decir, ¿conseguimos mejorar resultados y transformar la experiencia de cliente con los resultados que obtenemos?
Me cuesta ver tus defectos, para mí eres perfecta. Te defiendo como si me pertenecieses, como si fueses mía. En definitiva, me gusta lo que me haces sentir.
Si leemos esta introducción desligada del post en el que nos encontramos y de la temática que tratamos posiblemente todos diríamos que hablamos de alguien que está enamorado, y en efecto, así es, describo la sensación de enamoramiento que cualquiera de nosotros siente cuándo se fideliza a una MARCA, pero, ¿podemos enamorarnos de una MARCA, de un objeto inerte, sin vida?
Vivir la Experiencia de Clientes, conseguir que las Empresas se humanicen durante algunos momentos de su Relación con el Cliente el encorsetamiento de los procesos y tiempos de respuesta, saltándose algunas reglas que estos procesos predefinen para darle al Cliente un trato diferencial.